Tiene 74 años y, después de más de 30 trabajando en la casa de una familia belga, es la profesora de gimnasia de nuestros mayores emigrantes en Bruselas.

Quién le iba a decir a Teresa que, a sus 74 años, se convertiría en profesora de gimnasia. Ella también extraña su Asturias natal, la familia, las amistades y la forma de vivir en Cangas de Onís, de donde salió con 18 años y recién casada, siguiendo los pasos de muchos vecinos y parientes, rumbo a Bélgica. Pasó 32 años trabajando en la casa de una familia numerosa belga hasta que su marido enfermó y se dedicó a cuidarlo.

Ahora, que ha enviudado y sus hijos se han independizado, el centro de Accem se ha convertido en una parte importante de su vida. Por las tardes prepara en casa las tablas de ejercicios, que “son suaves porque ya tenemos una edad, pero muy importantes para mantener la salud. Pero me viene muy bien encargarme de las clases, porque soy nerviosa”. Por las mañanas anima a sus amigos y amigas del centro a moverse. De hecho, cuenta que la echan de menos si falta algún día a clase.

Ella, como la mayoría de las personas que acuden al centro, vive sola y siente el desarraigo de no ser de ningún sitio y de varios a la vez. Ana es una de las personas mayores que mantienen vivo el centro de Accem en Bruselas como voluntarias, lo que le permite mantenerse activa y en constante contacto con todos sus compañeros y compañeras del centro.